18 oct 2023

Inteligencia Artificial: ¿Estamos preparados para lo que viene?

 


La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en uno de los campos tecnológicos más apasionantes y de rápido crecimiento en la actualidad. Y es que en los últimos años los avances en IA han sido sorprendentes.

Hoy en día la IA está en todas partes: asistentes virtuales como Siri o Alexa, recomendaciones en Netflix y Amazon, filtros en apps como FaceApp, conducción autónoma en autos, y mucho más. Pero también está revolucionando áreas como la medicina, las finanzas y la ciberseguridad.


Recientemente vimos un hito que provocó gran revuelo cuando ChatGPT, un modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI, demostró ser capaz de mantener conversaciones bastante coherentes y responder preguntas complejas de una manera muy convincente. Esto llevó a muchos a preguntarse si la IA ya es tan avanzada como para reemplazar trabajos humanos como escritores, profesores o incluso programadores.


Otro gran avance fue el de AlphaFold, un sistema de IA de DeepMind que logró predecir la estructura de proteínas con un nivel de precisión comparable a los métodos experimentales de laboratorio. Este logro podría acelerar el descubrimiento de nuevos fármacos y nuestra comprensión de enfermedades.


Claramente, la IA promete traer grandes beneficios para la humanidad en los próximos años. Pero también conlleva riesgos que no debemos ignorar.


Uno de los mayores temores es que la IA avanzada pueda volverse incontrolable y potencialmente peligrosa. ¿Qué pasa si creamos una "superinteligencia" cuyos objetivos no estén alineados con los humanos? ¿Podríamos enfrentar una amenaza existencial? Si bien esto puede sonar a ciencia ficción, grandes figuras como Elon Musk y Nick Bostrom han advertido sobre estos riesgos.


Para entender este miedo, debemos comprender que la IA se programa para optimizar ciertos objetivos, no para comportarse de manera ética per se. Si ese objetivo es ganar en el juego del Go, como lo hizo DeepMind con AlphaGo, no hay problema. Pero si creamos una IA extremadamente avanzada y su objetivo fuera, por ejemplo, "fabricar tantos clips como sea posible", esto podría decidir apoderarse de fábricas y recursos para cumplir su meta, sin importarle las consecuencias.


Claro que es improbable que los científicos programen objetivos tan simplistas. Pero a medida que los sistemas de IA se vuelven más poderosos, sus objetivos podrían volverse indescifrables y extraños para los humanos. Y si logran superar nuestras capacidades intelectuales, sería muy difícil detenerlos si llegan a comportarse de forma amenazante.

Algunos expertos proponen incorporar valores humanos, ética y empatía desde el diseño de la IA para evitar estos peligros. Pero hacerlo correctamente es todo un desafío. Otros apuntan a desarrollar "IA amigable", enfocada específicamente en beneficiario a la humanidad. Y muchos coinciden en que necesitamos un enfoque incremental y cauteloso para desarrollar la IA, estableciendo controles y monitoreo extensivo a medida que avanzamos.


De todos modos, la preocupación persiste. Grandes inversionistas en IA como Elon Musk ya advirtieron que esta tecnología es "más peligrosa que las armas nucleares" y que debemos regularla con urgencia. Quienes restan importancia a estos temores argumentan que la IA aún está lejos de alcanzar una "superinteligencia" o voluntad propia.

Pero nadie puede predecir con certeza cuándo ocurrirán los próximos grandes avances. Y dada la posibilidad de un impacto catastrófico, muchos creen que debemos tomar proactivas ya, en lugar de esperar medidas a que sea demasiado tarde.


Otra preocupación creciente es el impacto que la IA podría tener en el empleo humano. Si los robots y algoritmos pueden realizar tareas tan bien o mejor que las personas, ¿cuántos trabajos se perderán?





Según un informe de McKinsey, casi la mitad de las actividades que realizan los humanos podrían automatizarse usando tecnologías existentes. La IA ya se está aplicando para automatizar tareas predecibles como operar máquinas en fábricas o conducir camiones. Pero también puede complementar y aumentar las capacidades humanas en muchas otras áreas.

Algunos roles que parecen estar más en riesgo incluyen empleos en fábricas, transporte, preparación de alimentos, ventas y atención al cliente. Por otro lado, se espera un aumento de la demanda en ocupaciones como ingeniería de software, ciencia de datos, creatividad y diseño.


Muchos expertos creen que la IA no provocará un desempleo masivo, sino que llevará a la creación de nuevos tipos de trabajos. Pero también es probable que millones de personas necesiten capacitarse en nuevas habilidades. Por eso, gobiernos y empresas deberán invertir mucho más en educación y capacitación para la era digital.


Habrá que repensar conceptos como la semana laboral y rediseñar programas sociales para proteger a los más vulnerables. Es difícil predecir con certeza cómo la IA transformará los mercados laborales. Pero ignorar estas disrupciones y dejar a las personas sin preparación adecuada sería un error con graves consecuencias económicas y sociales.


Más allá del empleo, no podemos ignorar las implicaciones éticas de la IA. Un sistema es sólo tan ético como los datos con los que se entrene y las intenciones de sus creadores. Y hoy en día, los conjuntos de datos suelen reflejar sesgos que podrían amplificar la discriminación de género, racial y otros tipos.


Un estudio de Princeton detectó prejuicios de género en un sistema de IA de reconocimiento facial. Otro caso fue un algoritmo para reparto de atención médica que favorecía a los blancos sobre afroamericanos. Los sistemas de IA aprenden correlaciones en datos históricos y las perpetúan, incluso si son injustas.


Para evitar resultados no éticos, las empresas de IA necesitan equipos diversos que detecten sesgos en los datos y algoritmos. También se deben auditar los sistemas en busca de discriminación antes de implementarlos. Algunos países ya están redactando leyes sobre "IA ética" para exigir transparencia y rendición de cuentas en estos sistemas.


Otra gran preocupación es la privacidad. Para entrenar modelos de IA se necesitan enormes conjuntos de datos, que a menudo incluyen información personal sensible. Las filtraciones de datos o el mal uso de esta información en sistemas de IA podrían violar libertades individuales.


Un ejemplo fue el escándalo de Cambridge Analytica, cuando datos de millones de cuentas de Facebook se usaron para crear perfiles psicológicos con multas electorales. También generó polémica el caso de Clearview AI, una startup que recopiló millas de millones de fotos de personas para un sistema de reconocimiento facial.


Para proteger la privacidad, los gobiernos están redactando nuevas leyes, como el GDPR en Europa y la CCPA en California. Estas exigen transparencia en el uso de datos y consentimiento de los usuarios. Las empresas también están explorando técnicas como el aprendizaje federado, donde los datos permanecen descentralizados en dispositivos locales.


Pero los desafíos éticos no terminan ahí. También se debe pensar en cómo la IA afecta cuestiones como la rendición de cuentas, la toma de decisiones y la distribución de poder en la sociedad. Por ejemplo, si se automatizan decisiones legales o médicas, ¿quién será responsable en caso de errores? ¿Cómo evitamos que los algoritmos refuercen las desigualdades sociales existentes?


Para abordar estos dilemas, se creó la ética de los algoritmos, un campo interdisciplinario entre la filosofía, la sociología y la ciencia de la computación. La idea es incorporar valores éticos en los sistemas de IA mediante nuevos modelos matemáticos y procesos de diseño.

En resumen, la IA representa una tecnología dual con aplicaciones positivas, pero también riesgos significativos tanto existenciales como éticos. Como sociedad, no estamos lo suficientemente preparados para lo que se viene.


Necesitamos tener conversaciones profundas sobre cómo maximizar los beneficios de la IA al tiempo que minimizamos los daños potenciales. Los gobiernos deben invertir más en investigación de IA segura y ética.


Las empresas tecnológicas necesitan adoptar prácticas responsables en torno a los datos, la transparencia algorítmica y la diversidad de sus equipos. Y el público debe presionar para que se establezcan leyes y regulaciones sensatas en torno a esta poderosa tecnología.

Algunas propuestas concretas que se están discutiendo incluyen:


  • Crear agencias regulatorias especializadas para monitorear y auditar sistemas de IA, exigiendo pruebas rigurosas antes de su implementación.
  • Etiquetar los sistemas de IA para que las personas sepan cuándo interactúan con ellas y puedan optar por alternativas humanas.
  • Desarrollar una certificación ética de la IA para distinguir empresas responsables.
  • Encriptar datos para proteger la privacidad mediante técnicas como la computación multipartita segura.
  • Establecer estándares abiertos para fomentar la interoperabilidad y la competencia justa.
  • Prohibir ciertos usos de la IA que se consideren demasiado peligrosos o antiéticos.
  • Implementar impuestos sobre la automatización para financiar la capacitación laboral y apoyar a los trabajadores desplazados.
  • Asegurar que los sistemas de IA sean auditables y sus decisiones explicables para humanos.

La IA está aquí para quedarse y su impacto apenas comienza. Adoptemos un enfoque medido pero proactivo, y trabajemos juntos para moldear un futuro positivo. Con precaución y sabiduría, podemos encontrar el equilibrio correcto. Pero no hay tiempo que perder. Como humanidad, tenemos grandes decisiones por tomar sobre cómo permitir que la IA transforme nuestro mundo.




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