Bruce Schneier, gurú de la ciberseguridad, explicaba en su último libro, 'Data and Goliath' cómo hemos perdido la batalla de la privacidad. Los gigantes de la tecnología se nutren de esos datos para ofrecer más y mejores servicios para los usuarios, pero lo hacen a costa de tratar de extraer toda la información que pueden de nuestra actividad en esos servicios y aplicaciones.
Google es la empresa más vilipendiada en este sentido: la voracidad con la que persigue recolectar más y más datos sobre nosotros y lo que nos rodea está llegando a límites insospechados, y eso ha hecho que hayan ganadores y perdedores en esa particular guerra por nuestra privacidad.
Google, tenemos que hablar de privacidad
A Google le condena su propio modelo de negocio, que está centrado casi totalmente en la publicidad. Para servir publicidad que se adapte a nosotros y nos resulte relevante Google debe conocernos mejor, y ahí es donde aparece esa ambición por recolectar más y más datos sobre nosotros.
Los esfuerzos de Google ya eran cuestionables hace tiempo, pero ahora se han vuelto claramente preocupantes. En los últimos meses hemos visto cómo nos persigue cuando compramos, cuando nos comunicamos, cuando nos damos un paseo (incluso si desactivamos el GPS) o cuando usamos nuestra red WiFi.
El problema no es solo que recolecten datos. De hecho la mayoría de la gente ya tiene asumido que al usar el buscador de Google, su navegador Chrome o su cliente de correo web Gmail está cediendo parte de su privacidad para que Google pueda seguir ofreciendo esos maravillosos productos y servicios —que lo son en muchos aspectos— de forma gratuita.
El verdadero problema reside en el hecho de que Google (como otras muchas empresas) fracasa estrepitosamente en su forma de comunicar qué recolecta y qué no, y con qué motivo. También fracasa a la hora de proporcionar información sobre cómo desactivar esas opciones y las consecuencias que tendrá hacerlo para el usuario, así que la mayoría de la gente simplemente no sabe cuánta privacidad está cediendo y qué hacer para minimizar los riesgos.
Aquí Google, y el discurso es válido para otras muchas grandes (y no tan grandes) de la tecnologia, debería hacer un esfuerzo radical a la hora de ser mucho más transparente y ofrecer mucho más control sobre esa recolección de datos. ¿Qué datos recolecta Google de mis búsquedas o de mi uso de Gmail? ¿Con qué motivo? ¿Dónde van a parar esos datos, durante cuánto tiempo se guardan, qué tipo de proceso de cifrado se utiliza? Y lo más importante: ¿cómo desactivo esa recolección parcial o totalmente, y qué consecuencias tiene que lo haga?
Sin esa información, lo único que podemos llegar a deducir es que el equilibrio entre privacidad y comodidad no existe. O eliges una cosa (uso Gmail y asumo que van a "leer mis mails") o la otra (no uso Gmail, y me olvido del email o utilizo alternativas más respetuosas con mi privacidad como Protonmail).
Si no pagas por el producto, eres el producto (y si pagas, también)
Aquí entra el famoso 'si no pagas por el producto, es que tú eres el producto' al que muchos se refieren cuando hablan de los servicios gratuitos de Google (o Facebook, o Microsoft, o Twitter, o tantas otras) que usamos a diario. La frase, aunque llamativa, puede ser desmontada.
Lo hacía el desarrollador Derek Powazek hace años con una serie de ejemplos indicando que distintas empresas utilizan distintos modelos en los que da igual que los servicios sean gratuitos o de pago, porque la recolección de datos y la presencia de publicidad sigue equilibrios muy distintos:
Que pagues no significa que no eres el producto. Las empresas de televisión por cable se llevan nuestro dinero y nos venden a los canales, las revistas se llevan nuestro dinero y aún así venden publicidad, los bancos y las tarjetas de crédito nos cobran por tener nuestro dinero. Cualquier tienda que tenga una "tarjeta de fidelización" nos cobra por productos pero nos ofrece descuentos a cambio de la capacidad de monitorizar lo que compramos. En el mundo real nos hemos convertido de forma rutinaria "en el producto", incluso cuando pagamos.
El argumento de Powazek es contundente y real, y lo cierto es que da igual que paguemos o no: es probable que en ambos casos acabemos convirtiéndonos en el producto. Es cierto que algunas empresas tienen más interés que otras en recolectar datos, pero es que sus modelos de negocio también están basados en esa recolección.
Un ganador, muchos perdedores
Como adelantábamos al comienzo de esta reflexón, esa actitud de Google ha llegado a límites difícilmente defendibles, y aquí los grandes perjudicados somos desde luego los usuarios, expuestos a unas políticas que a duras penas entendemos o podemos controlar.
No somos los únicos perdedores, porque las socias tradicionales de Google, las empresas que hacen uso de Android o Chrome OS, también se ven afectadas por el problema. Los smartphones, tabletas o Chromebooks de Samsung, LG, Xiaomi, Sony, Acer o tantas otras no son más que un vehículo más de recolección de datos para Google, que se nutre de esa inmensa cuota de mercado de Android.
Evidentemente esas empresas no están exentas de culpa, y muchas de ellas ya recolectan datos adicionales para su propio beneficio. Xiaomi lo hace, Samsung lo hace (un montón), LG lo hace, y Sony lo hace. La recolección va más allá de Google y sus servicios y productos: Nintendo lo hace, Amazon lo hace, Facebook lo hace y, cómo no, Microsoft lo hace. Aquí el que no corre vuela.
Lo hacen con el mismo propósito que Google, y aquí una vez más somos los usuarios los que no hacemos más que perder batallas. No importa que esgrimamos eso de que "no tenemos nada que ocultar", porque ese argumento es también fácilmente desmontable. Simplemente cedemos y sacrificamos constantemente privacidad a cambio de gratuidad de servicios o comodidad.
Curiosamente hay una "gran" ganadora de esta batalla, y esa es Apple. Desde hace tiempo la empresa liderada por Tim Cook se ha convertido en adalid de la privacidad, mientras que aquellas empresas que dependen de Android (Samsung, LG, Xiaomi o Sony) se ven arrastradas por los efectos colaterales de la codicia de información de Google (y la suya propia).
La defensa de la privacidad es patente a nivel público: las batallas recientesde Apple con el FBI y su discurso constante en este ámbito son pruebas de ello. Pero es que además Apple tiene un modelo de negocio totalmente distinto al de Google, y eso hace que no necesiten (tanto) nuestros datos. De ahí a decir que no los recolectan, eso sí, media un mundo.
Lo dicho. Los perdedores en esta batalla por la privacidad, amigos lectores, somos nosotros.
Fuente: xataka.com
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